«Desde el Alto de la Cruz, en Cundinamarca, se divisa un pueblo con matices de guerra, olvido y más de dos mil historias de supervivencia y superación. Entre ellas, y con gran ímpetu, se escucha la voz de Daniela Hortúa, quien valiéndose de su smartphone le cuenta al mundo el resurgir de Jerusalén -Cundinamarca, hoy conocido como el primer municipio ecosostenible de Colombia

La travesía de esta Jerusolemitana de pura cepa, hija de Oliva Lozano Tinoco y nieta de María Elena Tinoco, inicia en su niñez cuando cursaba tercer grado de primaria en la Escuela Municipal Antonio Nariño, son nítidos los recuerdos para una niña que a su edad luego de terminar la jornada escolar acompañaba a su abuela a regar las plantas, sembrar, hacer ronda a los árboles, cultivos y frutales que daban vida al lote ubicado detrás de la casa donde vive en la actualidad.

Desde muy pequeña disfrutó las conversaciones con la abuela, le permitían recrear imágenes sonoras de lugares y situaciones como el primer generador de luz que hubo en el municipio, el único punto de agua y lo que implicaba recogerla, así como la obtención de la leña para cocinar, toda una práctica de antaño ante la inexistencia del gas en la época.

Unos años más tarde, debido al énfasis agroindustrial y los proyectos de huertas implementados por la Institución Educativa Departamental de Jerusalén a donde ingresa para hacer su bachillerato, afianza lo aprendido con su abuela, entonces conoce el manejo de frutas, hortalizas y las bondades de cultivos de maracuyá, pepino cohombro y frijol, lo que la incentiva en el año 2003 a centrar su tesis de grado en el cultivo orgánico de maracuyá.

“Recuerdo mucho que fueron unos injertos que hice y fue un maracuyá de excelente calidad, en ningún momento se adicionaron químicos ni nada de eso porque en esa época nos capacitaron en cómo hacer fertilizantes de forma orgánica y eso fue lo que implementé en el cultivo.”

Entre sus fotografías mentales yacen intactas aquellas que muestran a blanco y negro el deplorable estado de sus vías y la zozobra de un municipio estipulado como zona roja ante la presencia de tropas guerrilleras que durante mucho tiempo se movilizaron por veredas y montañas de Jerusalén, intimidando y expulsando de su territorio a los habitantes y familias como los Lozano, quienes decidieron no partir y refugiarse temerosos en la casa que colindaba con un lote y ese lote con una quebrada.

«A nosotros nos llegaron a amenazar diciéndonos que teníamos que irnos. En ese tiempo cursaba grado décimo u once y recuerdo que no teníamos a dónde ir, nos tocó quedarnos a la de Dios. Fue una época muy fuerte.»

Con cartón de bachiller en mano Daniela se incorpora al mundo laboral desempeñándose durante dos años y medio como secretaria de la oficina de Planeación de la Alcaldía Municipal, en ese entonces los horarios de atención de la administración eran de martes a domingo y no existían programas académicos de educación superior que le permitieran continuar con su aprendizaje, de modo que, decidida y en busca de nuevas oportunidades se marcha de la tierra que la vio crecer.

Luego de viajar varios kilómetros en autobús, descarga sus maletas en el municipio cabecera de la provincia del Alto Magdalena, Girardot, donde se radica e inicia sus estudios en criminalística, lo que la lleva a obtener el título como perito judicial forense y a realizar sus primeras necropsias durante las prácticas en el Centro de Servicios Judiciales.

Persiguiendo el gran sueño de ejercer la criminalística, continúo su recorrido hasta llegar a Bogotá, donde trató de emplearse y quiso vincularse con el Cuerpo Técnico de Investigación (C.T.I), al poco tiempo regresa a Girardot donde se establece nuevamente durante varios meses hasta que una reestructuración interna la motiva a invertir sus ahorros y emprender un viaje a la costa, una aventura de un fin de semana que se extendió a 3 meses en un pueblo llamado La Jagua de Ibirico, ubicado en el departamento del Cesar, donde aprendió a trabajar como ella lo define “el arte del carbón” y las manualidades.

Quien iba a pensar que una llamada telefónica cambiaría el rumbo de su historia, al otro lado de la línea un emisor con una propuesta de trabajo en el hospital de Viotá y la noticia del estado de salud de su abuela, aquella que siempre le decía “Mi chosca vamos pa´ tal lado, mi chosca vamos pa´ tal lado”, razones suficientes que la llevaron de vuelta a casa.

De regreso a Jerusalén se inscribe en los programas técnicos que oferta el Servicio Nacional de Aprendizaje – SENA para certificarse como técnica en sistemas, queda embarazada de su hijo David, se vincula como apoyo técnico en la Registraduría, regresa al hospital de Viotá a trabajar por turnos e inicia un trabajo con la administración municipal en el programa de artes escénicas y como secretaria del Concejo Municipal.

Un antes y un después del proyecto 21

La vida de Daniela vista a través del visor de la cámara del tiempo, muestra composiciones y retratos audiovisuales de una mujer que es símbolo de persistencia, servicio y compromiso, quien, con la adecuada combinación de retos y oportunidades amplió su campo de acción en la criminalística, los sistemas, las artesanías, el voluntariado en programas de adulto mayor y la Defensa Civil Colombiana, para finalmente enfocarse en lo que incrédulos consideran imposible: La protección ambiental.

En 2016 llega a Jerusalén el proyecto 21 liderado por la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca- CAR, este Programa Integral de Ecosostenibilidad Municipal con énfasis en energías alternativas se centra en tres sectores principales: la energía, los residuos, y el agua. En este se establecen propuestas destinadas al ahorro del recurso, a los criterios de compra y a la contratación de tecnologías que reduzcan el impacto ambiental.

“Siento que mi vida ha cambiado muchísimo desde que llegó al municipio el proyecto 21 de la CAR, se distingue un antes y un después del proyecto, no solamente para mi sino para la comunidad que ha sido testigo de la potencialización del municipio a nivel departamental y nacional”.

Para Daniela, el ángulo de visión se amplía con la llegada del SENA y la implementación de proyectos de la Corporación para la promoción de espacios que fomentan la pedagogía y la protección ambiental, en estos procesos ella ha logrado certificarse como técnica en manejo ambiental y formarse como integrante de la Red de Comunicadores Comunitarios Ambientales- RCCA.

Jerusalén Municipio Verde es su primera producción audiovisual. Allí promueve el ecoturismo responsable e invita a entidades públicas y privadas a aportar su granito de arena en la gestión y manejo ambiental, a través de capacitaciones dirigidas a campesinos para la implementación de buenas prácticas y el cuidado del bosque seco tropical.

“Gracias al proceso de Jerusalén Municipio Ecosostenible, he aprendido a cuidar el ambiente mediante herramientas ambientales, metodologías WET, BiciCAR y lo que más me gusta, que es pertenecer a la Red de Comunicadores Ambientales. Nunca pensé en utilizar el celular para grabar videos, ¿qué hace uno con un celular hablando solo?, he conocido la importancia de eso, de lo que uno puede transmitir a las demás personas para que también se inspiren, quieran cuidar el planeta y entiendan lo importante que es”.

A sus 33 años, esta influenciadora ambiental del territorio CAR sale de su casa en compañía de su hijo, de la “negrita” (como llama a su moto) y de su herramienta de trabajo: el celular con el que registra los recorridos por el río Bogotá, las caminatas por el sendero de la quebrada el Tabaco, las jornadas de cosecha de pimentón en la huerta casera, las travesías al Alto de la Virgen, a la Hacienda Andorra, a la quebrada La Limba, las jornadas de sensibilización, de recolección de basura, de fomento a medios de transporte alternativos, entre otras actividades ambientales y trabajos de ecomanualidades que publica en sus páginas de Facebook: @lokitambiente e Instagram: @hortua_daniela.

Desde hace 5 años Daniela camina con tranquilidad en las veredas de su municipio, no siente miedo de salir, y aunque algunos la critiquen por hacer cosas por las cuales no devenga ningún dinero, defiende su pasión y sigue haciendo lo que más le gusta: ser los ojos, los oídos y la voz de los recursos naturales.

Al recordar el difícil camino recorrido, su voz se quebranta, necesita un momento para respirar profundo y afirmar que lo poco que ha estudiado y ha logrado ha sido por mérito propio. Además reconoce que, aunque no tiene una carrera profesional, su mayor anhelo es estudiar Ingeniería Ambiental y seguir trabajando en pro del ambiente y de Jerusalén, el primer municipio ecosostenible de Colombia.

Periodista: Diana Carolina Ospina Rodríguez

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